Qué
me importa lo que piensen las ratas. Yo soy, sin intentar alguna pretensión, al
menos eso intento, y si es que llegará a reflejar algún síntoma de proxeneta,
perdónenme, la historia absolverá mis pecados. Hoy recibí una santa mojada,
como si Dios me hubiera cobrado todo lo que no hice y pensé esta semana. Los resabios
de mi educación cristiana, aún cobran vida en mi instinto protector que se ha
acostumbrado a mirar al otro del hombro hacia abajo. Bueno fuera que tal
angustia me llevase a hacer algo, pero no... a veces es sólo eso, angustia. Y
continúo egoístamente mi camino, pensando que "algún alma realmente
buena" atenderá mis pendientes.
Últimamente
había estado sola y triste, más triste que sola. No triste por mi soledad. Mi
soledad era lo más hermoso que podía tener. No aguantaba a la mayoría de la
gente. El ogro que venía cargando en mis espaldas cada vez se descontrolaba con
mayor facilidad, así que antes de que eso pasara prefería irme lejos donde a
nadie le pudiera afectar.
Mi
tristeza era ocasionada por mi voluntad. Últimamente había estado viendo
películas de amor y desamor intenso. Dónde la pasión, las mentiras, el dolor y
el rompimiento tenían un papel importante en las relaciones. Miraba cada
película y con cada una lloraba como si se tratase de mi historia. "Pobre
tipo sin vida propia" diría cualquier boca. Pero no, ellos no saben. La melancolía
aceleraba mi capacidad creativa. La melancolía últimamente ha sido mi mejor
droga. Me hacía pensar constantemente en el mar. Ver el mar, de un tiempo para
acá me provoca un sentimiento de vacío y soledad. Antes, sólo me daba miedo, y
ese mismo miedo hacía que me dieran ganas de tomar una barcaza e irme remando
sin saber hasta adonde llegar. Mis recuerdos más hermosos sin duda huelen a
mar. Es por eso que náufrago, aquél personaje de García Márquez que vivió una
serie de aventuras, habita en mi, y siempre pide con el brazo extendido que lo
lleve y nos perdamos en el mar. Las olas del mar nos van a llevar de aquí para
allá, y los recuerdos serán aventados junto con la espuma que arriva en la
arena. Las vivencias de todos los novios enamorados que fueron al mar el mar se
las ha comido. Las huellas de sus pies sobre la arena han sido borradas como
algún día las borrará el tiempo. Así que si un día vas al mar, siente cómo el
viento sopla, cierra los ojos y escucha todos los "te quieros" que el
viento susurra.
Esto
pensaba mientras caminaba bajo la lluvia, mis pantalones de mezclilla estaban
de adelante empapados. Ni se diga de mis tenis, que ya venían rotos desde hace
unos días, igual, por efectos de la lluvia y a causa de mi origen desprevenido,
como hoy, me agarraba la lluvia sin que yo estuviera preparada para recibirla.
Azotaba tan fuerte la fría lluvia, que veía mejor sin mis gafas que con ellas.
Mi fleco quedó húmedo, pero el resto de mi frondoso cabello apenas y absorbió
las gotas del agua. Caminaba por las calles y ya me daba igual si un carro
pasaba y me salpicaba. No cambiaba nada.
Seguía
mi camino debajo del agua. Yo por todas partes veía montañas, me preguntaba
dónde estaba el mar, y con los recuerdos que me perseguían sin pies, como
demonios sueltos que no me dejaban dormir. Siempre fui una niña llorona y
mamona. Mis mejores vivencias las aniquilaba pensando que en unos minutos se
convertirían en recuerdos, vaya manera de sabotear la fiesta.
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